domingo, 31 de julio de 2011

De la Infancia y los aviones Parte I




Cuando somos niños todo soñamos con ser algo cuando seamos grandes. Algunos sueñan con ser bomberos, otros con ser médicos, otros con ser veterinarios y en fin hay un grupo de profesiones que son las favoritas de los niños. Pregúntense cuantos niños dicen "cuando sea grande quiero ser ingeniero geofísico." Y no porque no hayan niños que les gusten las rocas y las piedras; porque recuerdo que más de un compañerito de clases vivía obsesionado con comer tierra y tirar piedras. Sin embargo, hay efectivamente ciertas carreras que a los niños les apasiona y con la que juegan y sueñan. Yo no tenía una carrera en específico, sólo tenia en mi mente una cosa y eran los aviones. Los aviones me apasionaban, me volvían loco y creo que no ha habido un solo día de mi vida en el que no haya pensado en ellos.
Estando en el preescolar mi obsesión con los aviones era tal que cualquier oficio que tuviera que ver con la aviación me llamaba la atención. Jugaba a ser piloto, a vender pasajes, a ser operador telefónico de reservaciones, a ser azafato, a cargar maletas ;Cosa que destrozó más de un tramo de mi closet porque jugaba a que éstas eran el compartimiento de carga del avión y no tomaba en cuenta en muchas oportunidades el sobrepeso y a hasta limpiar aviones (que era el juego favorito de mi mamá que se aprovechaba de ello para ponerme a limpiar pasillos y muebles de mi casa)
Todo lo que pensaba tenía que ver con un avión; los pasillos entre los pupitres del colegio podía fácilmente en mis fantasías convertirlos en pasillos de avión y los pupitres y compañeros de clase en asientos y pasajeros de un vuelo ficticio que no salía del aula de clase. Me encantaba que la maestra me diera papeles para repartir para simplemente pasearme por el salón jugando a ser sobrecargo. Un carro era el cockpit perfecto. Cada botón del carro podía ser un interruptor de aquel avión que despegaba e iba más allá de las nubes a esos lugares lejanos que tanto ansiaba conocer.
Así comenzó mi vida. Entre aviones y sueños. Entre juegos que me llevaban a ser piloto, azafato, monta cargas, limpia aviones, agente de ticketing y cualquier otra cosa que tuviera que ver con aquél mundo que me fascinaba y que no podía dejar de imaginar con formar parte cuando fuera grande.
Mi momento favorito del colegio era cuando nos decían "dibujo libre" porque podía adentrarme en mi mundo de fantasías y dedicarme a pintar aviones y aviones y aviones. Sin embargo, en el "dibujo libre" vino mi primer trauma aeronáutico; porque tanto llegó a ser mi obsesión por los aviones que mi maestra de Kinder llamó a mis padres y les dijo "no tiene imaginación, su imaginación está concentrada solamente en aviones y eso no es sano.". Fue mi primer golpe en la vida. No me permitieron pintar más aviones en los mal llamados dibujos libres. "Pinta una casa" decía mi maestra Cecilia y para mi era tan absurdo dibujar una cosa tan básica como una casa. La casa yo la veía todos los días, mi colegio era una casa, a los lados habían casas no le veía el sentido. "Pinta una montaña" ¿Para qué si enfrente hay una que también veo todos los días?. En cambio un avión no lo veía todos los días y ese era el objeto de mis fantasías y el que quería pintar en esos mal llamados "dibujos libres".
Tanto fue la lucha de mis padres y mi maestra que terminé dibujando la aburrida casa pero con un avión volando al fondo, pintaba la bendita montaña pero con un avión sobrevolándola. Cecilia no me entendía y me decía "Carlitos en la vida hay muchas cosas lindas que ver, muchas cosas lindas que pintar, muchas cosas más qué soñar con un avión" pero no había forma. Yo sólo quería pintar aviones y a la final la pobre Cecilia se dio por vencida y dejó que pintara mis queridos aviones. Los dibujos libres volvieron a ser libres y nunca más nadie evitó que mi imaginación siguiera muriendo a consecuencia de mi amor por los aviones.
Y así fue, hoy en día mis muñecos no son más que 5 palos con un círculo como cabeza, mis casas no avanzaron del dibujo arcaico del cuadrado con dos ventanas, una puerta y una mal llamada chimenea con algo que simula ser un humo saliendo de ella. Algo problemático cuando tengo que tomar un test psicológico y quedo como un mongólico porque no se dibujar. "Déjame dibujarte un avión y te quedas loco" es lo que me provoca decirles.

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