sábado, 14 de diciembre de 2013

De Turbulencias.....

Queridos lectores:

Cuánto tiempo sin escribir.... Las musas de la inspiración se esfumaron en medio del tráfico capitalino y el clima político de mi convulsionado país.....De alguna manera volvieron y quiero aprovecharlas antes que se vayan y les vengo con un tema: La Turbulencia

Muchos le temen y quizás pocos crean esto pero yo le tenía terror. De niño pasé una experiencia en una avioneta volando en medio de una tormenta en la que terminé pegado del techo y les agarré pavor; de hecho ese episodio marcó mi vida porque por el miedo a la turbulencia no me terminaba de animar a volar. El hecho fue que superé ese miedo y después de un tiempo me di cuenta que si tienes el cinturón de seguridad abrochado no va a pasar nada más allá de la sensación de estar dentro de una montaña rusa. 

Hay varios tipos de turbulencia: formalmente hay tres tipos: ligera, moderada y severa. Sin embargo, como no quiero hablar de tecnicismos solo les cuento lo que es vivir con esa eterna compañera de casi todos los vuelos.

Las turbulencias para mi siempre son divertidas por varias razones, te sacan del vuelo monótono y aceleran el corazón y siempre es divertido ver como los pasajeros abren los ojos y te miran... buscando en ti algún síntoma de susto  - a veces es problemático porque muchas veces si te asustas -  No porque el avión se vaya a caer sino porque a diferencia del pasajero que está abrochado en su asiento uno si puede pegar del techo y lesionarte.

En una ocasión comenzando a volar en un avión regional ATR-42 en el cual yo era el único tripulante sucedió una turbulencia imprevista. Normalmente el ATR era una especie de coctelera voladora donde los pasajeros vomitaban o lloraban del terror. Pero ésta fue especial. Al estar en el medio del pasillo en un vuelo completamente lleno no me quedó otra que sentarme en un apoya brazo y pedirle a la señora que estaba sentada que me agarrara por la cintura. De más está decirles que la señora (algo pasada de peso) me apretó con tanta fuerza que resbalé del apoya brazo y terminé sentado en una de sus piernas y cada vez que el avión subía o bajaba decía "Ay Santísimo Ay Santísimooo" y me apretaba con más fuerza. Yo me enfocaba en no perder la respiración con cada apretón de la señora y no me fijaba en lo que sucedía a mi alrededor: Todos los pasajeros de aquel avión miraban con terror la escena del tripulante sentado en las piernas de una pasajera; algunas y algunos con lágrimas en los ojos probablemente pensaban que había llegado su hora mientras yo pensaba en que aquella señora me iba a dejar desmayado con su fuerza descomunal. 

Y es que las turbulencias sacan a la gente de su centro. En otra ocasión un chico; de esos que embarcan el avión rumbo a Miami con unos lentes de sol puestos -a pesar de ser las seis de la tarde- ya sintiéndose en un convertible por South Beach - se ubica en su asiento de salida de emergencia. En dichos asientos tenemos la responsabilidad de hacer un briefing especial y preguntar si están de acuerdo con estar sentados en una salida de emergencia. Al terminar mi briefing el pasajero me responde con cara de sobrado "¿Crees que es la primera vez que me siento aquí?" y volteó a mirar por la ventanilla. Yo solo pensé "Que lindo que hay un huracán en Miami y ya veré que tan pasajero frecuente eres".


Al comenzar el descenso en Miami comenzaron los sapos y culebras; aquel Boeing 767-300 de 250 pasajeros, gigante de dos pasillos comenzó a moverse como un papel en medio de nubes negras y descargas eléctricas que iluminaban toda la cabina. El avión se sacudía con tal fuerza que en más de una ocasión los descensos bruscos provocaban que te levantara del asiento. Al estar sentado en un asiento para Tripulante con pasajeros enfrente podía ver las caras de los pasajeros (incluyendo al modelo de South Beach) y cual es mi sorpresa que el pasajero frecuente estaba agarrado con todas sus fuerzas de los apoya brazos, con todo el cuerpo tenso y llorando descontroladamente. Debo confesar que no saben el placer morboso que me provocó ver esa situación; tanto placer me dio que no aguanté la risa y los pasajeros que estaban justo frente a mi voltearon a ver el espectáculo y se rieron junto a mi al ver al modelito ahogado en llanto haciendo gemidos de bebé. 

Al aterrizar sanos y salvos en Miami el modelo nuevamente se colocó sus lentes de sol (A pesar de ser las 9 de la noche) y salió prácticamente corriendo de la vergüenza. Mientras que el resto de los pasajeros  me decían "Menos mal que tú te reías no se de qué pero si no creo que no hubiéramos aguantado este susto". Al final el modelo de South Beach había logrado con su espectáculo calmar a muchos pasajeros nerviosos y yo me regocijé en mi placer morboso de verlo aterrado.

Como ésta tengo muchas anécdotas que en otro momento se las seguiré contando

De más está decirles....

Felices Vuelos!







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